Mediados de septiembre y parece que el tiempo por fin va a cambiar, está haciendo fresquito que es lo que toca por estas fechas. Apetece estar en casa y a mi lo que más me apetece ahora es volver a escribir en el blog.
Faltan escasos días para entrar en otoño y la rutina ya se está acomodando en nuestros hogares. Desde que terminaron nuestros días de vacaciones ya hemos hecho un montón de cositas, estamos preparándonos para ir a la feria de Madrid, 46 DESEMBALAJE DE ANTIGÜEDADES DE MADRID 2016. Tenemos que terminar muchas cosas que están a medias y también tenemos algunas otras por empezar, ¡estos días son de locura!
Pero como os he dicho me apetece escribir, encima hemos terminado un armario de cocina vintage que estoy super contenta de como ha quedado y creo que es oportuno contarlo.
Cuando vimos que alguien se había deshecho de este viejo mueble (debe ser de los años 50 o 60) enseguida descubrimos su potencial. Debo reconocer que llevamos mucho tiempo buscando uno de estos muebles de cocina vintage, cuando vamos a Madrid siempre vamos hurgando por las tiendas más peculiares por si vemos alguno, hemos visto varias veces pero hechos polvo y super caros, así que este que lo teníamos todo para nosotros, porque alguien lo había abandonado, no lo podíamos dejar pasar.
En estas fotos se puede ver como recogimos el armario, sí, para pensarlo, pero al final ya no pensamos, si nos gusta lo hacemos, alguna vez nos podemos equivocar pero muy poquitas y el empeño es suficiente para que las cosas salgan.
Después de limpiar, quitar el papel adhesivo, con la espátula remover la cola, la cola sobrante quitarla con alcohol de quemar, mucha, mucha lija con cuidado de no estropear la madera. El armario iba pareciendo otra cosa, el único problema los cajones que no los teníamos, al final lo resolvimos quitando las guías y dejando el hueco del armario libre sin nada, siempre se puede utilizar para dejar botellas u otros enseres.
Desmontamos el armario para limpiarlo, todas las piezas metálicas, las pintamos con spray color plata, para darle más vida y una vez limpio, pintamos la estructura varias veces en color blanco satinado, las puertas de formica no las pintamos, nosotros consideramos que su aspecto desgastado y los signos de uso dan a cada pieza unas vivencias e historias propias que las hacen irrepetibles.
Otro pequeño problema que nos surgió fue que las baldas interiores estaban super viejas y estropeadas, ¡normal! el paso del tiempo no perdona. Al final no sabíamos por donde cogerlas y pusimos unas baldas nuevas más gruesas, así siempre aguantarán más.
Termino el post con esta frase cortita pero con un gran significado.
“Se quiere, se puede”
Conchi.